A modo de previa
Cuando conocimos a Miguel Valverde para proponerle este ciclo, pasamos un buen rato conversando, pensando de qué hablamos cuando hablamos de embriaguez. Por supuesto, terminamos hablando de chicha, llegando a la conclusión de que algo de la experiencia de tomarla habilita otras formas del tiempo. Como si allí donde hubiera un grupo de gente tomando chicha, hubiera también un acontecimiento que incide en la misma configuración del espacio tiempo compartido, una suerte de escisión del universo. Algo así nos decía Miguel, mientras hacía el gesto de agarrar una tutuma imaginaria con la mano, que después se dispuso a beber.
Por allá en el 2008, a propósito del estreno de Airamppo, Santiago Espinoza escribía sobre la importancia que el alcohol tiene en el cine nacional. Evidentemente el consumo de alcohol ejerce una influencia en la construcción de imaginarios en nuestra cotidianidad. La borrachera es un tópico que tiene distintas representaciones, algunas más caricaturescas que otras. Airamppo, extrañamente, no pretende representar al borracho como un personaje, sino más bien como una experiencia en común que atraviesa distintos entornos, los condiciona y los suspende del plano de la normatividad. Este fue el pie para pensar en Estéticas de la embriaguez, no como una historiografía sobre la representación de la embriaguez en el cine, sino como un recorrido alrededor de las formas en las que se seca un whisky, un sake o una tutuma de chicha, que nos permita entrever la complejidad de ciertas dinámicas sociales y culturales arraigadas a territorios y tiempos específicos.
Y entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de embriaguez? Quizás, la embriaguez tiene que ver con la espiritualidad, esa que se afianza en la experiencia del cuerpo y habilita otras miradas sobre el mundo. Podría ser también la posibilidad de construir una comunidad de desadaptados en un bar en medio de Las Vegas o una comunidad segregada, atravesada por la historia racial de Estados Unidos en Los Ángeles. La embriaguez podría ser también catalizadora del duelo de la muerte de un amigo, o bien, del reencuentro de dos viejos amantes, o del espíritu de una generación que revolucionó el mundo. Las películas que escogimos para acompañar a Airamppo, abren mucho más esta pregunta de lo que nosotrxs podríamos hacerlo en esta breve introducción. Claramente hay todo un lado de los universos alcoholizados/alcohólicos que remiten a contextos de precariedad y violencia intrincados. ¿Dónde empezamos a hablar del exceso? ¿Qué traza la línea hacia lo que empieza a ser problemático? Las perspectivas moralistas no nos interesan porque simplifican y banalizan estas preguntas.
Esperamos que estas películas y las conversaciones que susciten le hagan justicia al tributo que le hizo Miguel Valverde a la chicha con Airamppo.
¡Salud!