Introducción
Un submarino de 6.7 metros de largo y 10,432 kgs de peso, construido con fibra de carbón y titanio, con una ventana acrílica de 38 cm de diámetro. Un submarino que estaba a punto de jubilarse, puesto que solamente tenía la capacidad de hacer dos sumersiones antes de mostrar signos de fatiga cíclica.
Las astillas humanas de los tripulantes -encontradas en el fondo del océano- que dan cuenta del proceso de expansión al que se han visto sujetos unos cuerpos después de implosionar su vehículo. Una masa informa, una plastilina.
Un fragmento del mar ejerciendo su presión a kilómetros debajo de la superficie.
Un control de consola de videjuegos marca Logitech.
Cinco controles de consola de videojuegos... marca Logitech.
El proceso de oxidación del titanio debido al atornillamiento de los soportes de monitores adentro del submarino.
Un buque gigante, partido en dos al fondo del mar, las formaciones naturales que han brotado de la oxidación de ese arrecife metálico que después de más de cien años es una conformación oriunda casi del fondo del océano.
Un iceberg gigantesco, del tamaño de una ciudad, desprendido de Groenlandia.
(Iceberg significa montaña de hielo).
Un collar herrumbroso con un dije de zafiro hallado en un cofre perdido al fondo del mar, las manos arrugadas de la dueña original activando su mecanismo de rememoración.
No es que las cosas (reales o ficticias) tengan vida precisamente. O tal vez no esa vida como la entendemos según nuestra educación colegial. Sin embargo, los objetos en el mundo tienen una manera de organizarse, leyes con las que reciben y transmiten cambio, un ambiente en el que evolucionan así o tal vez de otra forma, pesos que adquieren para las existencias móviles como los animales o los humanos, o para sus sensores cerebrales. Las piedras, los árboles, las máquinas, los guantes de goma.
La presencia y existencia de todo tipo de objetos, desde el menos complejo hasta el otro lado, podría decirse que articula un lenguaje, su propio lenguaje, una existencia activa y multicapas que sobrepasa el tiempo humano y la primera mirada desdeñosa.
El cine, desde sus inicios, se ha interesado en encontrar esa sutil o violenta vibración que transmiten con su existencia los objetos, los lugares, la vida expandida no humana, a veces sintonía con nuestros órganos o aparatos de percepción
El humano es el agrimensor del universo, no el maestro, ni el dueño; y el cine, una de sus herramientas para organizar la tarima de nuestros dramas con las cosas y sus pesos. O los dramas de las cosas con las cosas.
Así pues, este ciclo es un pauteo de las formas en las que los objetos han ido mutando en la época de la reproductibilidad digital, y las formas en las que el cine se ha ido poniendo al día el momento de enfrentarse a un mundo hiper conectado, plural, autonegacionista y de contrapesos ocultos. Manipulado y random simultáneamente.
Dos secciones, la internacional, la de las pelis que nos parece que están abriendo camino con sus propios machetes cinematográficos, y la nacional, que tratan de objetos que pueden resonar con mucha más potencia en un público inmediato y generar nuevas amplitudes.
Un avión huérfano.
500 toneladas de cocaína
El video desaparecido de un hombre atropellando a una mujer afuera de una discoteca.
La dinamita como objeto de dos filos. Por un lado el matasuegras de los mineros en revuelta. Por otro lado, el justificativo perfecto para iniciar las masacres con el aval de la ley.
Tantos objetos conformando el imaginario vibrante contemporáneo boliviano o el globalizado o el globalizante...
Materia Vibrante