A modo de conclusión (o apertura): Sobre la experiencia del ciclo "Materia Vibrante: Animismos tecnológicos"
“Materia vibrante” es en realidad el título de un libro de Janne Bennet, mencionado por Gilmar, cuando intentábamos pensar qué nombre podría reunir o darle un sentido compartido a las películas que escogimos para el ciclo. Si la materia vibra, entonces está viva. Los objetos y las cosas no son ya elementos inertes que responden a nuestra voluntad y son pasivos ante la realidad inmediata. Si la materia vibra, es porque hay otros universos vastos y complejos que se configuran por encima y por debajo de nuestras existencias humanas.
Nada tiene el color es una película sobre las relaciones ocultas, las conexiones no evidentes ¿Podemos relacionarlo todo con todo? La heterogeneidad se convierte en un recurso reflexivo. Parecieran haber ciertos sistemas en el mundo que pueden verse mejor así, renunciando a la inabarcable totalidad e insistiendo en el fragmento, la contradicción y la aleatoriedad. Hay algo que se descubre, casi como por accidente y nos deja entrever cómo funcionan las cosas y los procesos que las (y nos) atraviesan. La discusión no se esclarece, se complejiza mucho más.
El programa se fue armando de manera muy orgánica, sin predeterminar demasiado la progresión que se generó con el orden de las películas. El mundo de los objetos y la materia se presentan al inicio como algo mucho más inaccesible. Maquinas gigantes que remueven la tierra y la transforman, barcos que transportan arboles a traves del mar negro. Pareciera que nuestra relación con los procesos existe solo a partir de una distancia aprendida sobre la tecnología y sus procedimientos. Intuitivamente, las películas al estar una al lado de otra, empiezan a habilitar otras posibles relaciones que al contrario, nos acercan desde el afecto a estos procesos. Algo de la piel de un cuerpo desnudo empieza a agrietarse, tal como si fuera una superficie de sal. Los árboles que son transportados dejan un vacío irremplazable para la memoria de un territorio y sus habitantes. La necesidad casi obsesiva de recolectar, catalogar y organizar los elementos de una isla se convierten en un ritual y en la posibilidad de habitar el mundo con otros ojos, acceder a sus rincones secretos.
Quizás, las relaciones ocultas, no evidentes, aparecen también en el programa. Situar a Nada tiene el color y otras películas de Gilmar Gonzales en el centro de Materia vibrante: Animismos tecnológicos, era un intento por amplificar sus posibilidades de lectura y abrir las discusiones en torno a películas que piensan nuestra realidad próxima y no hacen parte del circuito comercial.
Agradecemos a todxs lxs que asistieron a las películas e hicieron parte de las conversaciones. A Gilmar Gonzales, Esteban Prudencio, Camila Rocha, Carlos Gutierrez y Sergio Bastani por la confianza ciega y al Cineclubcito por las alianzas y la complicidad.
¡Que circulen las películas! Nos vemos pronto.